He de reconocer que me ha gustado Camagüey, y no sólo por su ambiente nocturno, como maliciosamente os señalará mi hermano del alma, que también, Jose, que también, para que vamos a negarlo.
Lo de vivir con los cubanos es curioso y chocante. Nuestra anfitriona en Camagüey es la típica cubana que todo el mundo se imagina, atenta, y cariñosa en el trato, incluso más que cariñosa, guasona: “¿qué sólo se quedan dos noches? Aaay papi, les voy a tratal tan bien que ustedeh no se van a querer ir más de aquí”.
Y no nos trata mal, la verdad. De hecho, hasta nos (me) trata de colocar a una amiga suya, enfermera, “viudita la pobre” de 36, muy guapa y muy formal que busca marido para ser de nuevo feliz, y es que los cubanos no quieren casarse, ni asumir compromisos. La respuesta es fácil esta vez: “señora, mire usted, con la edad que tengo que le hace pensar que este españolito si quiere?”. Aunque la viudita en cuestión rubita de ojos claros era para pensarselo..., como alguna de las mulatitas y negritas de los garitos de la noche camagüeyense, hasta Jose lo reconoce.
Pero vamos a lo que de verdad tiene interés, la pátina cultural de Camagüey (ya, ya, CÍNICO, HIPÓCRITA Y MENTIROSO!!!, que sí, que sí lo que queráis...). Camagüey es la tercera ciudad de Cuba, y la primera que me ha recordado un poco a España en la forma de las casas y en sus acabados. Con algunas salvedades, puedes hacerte a la idea de que estas en un pueblo español. Debemos ser los únicos no cubanos de Camagüey, la gente no nos extraña, pero tampoco nos atosiga (aunque hay que reconocerlo, somos extrañamente populares entre las féminas). Esta comparación La Habana-Camagüey me recuerda lo que me pasó con Nueva York y Boston. La Habana y Nueva York son descomunales en su grandezas y miserias, pero para vivir me quedaría con Camagüey y Boston, me estaré “hamburguesando”?
No lo creo porque en estos dos días hemos recuperado el ritmo y alegría nocturna que habíamos venido perdiendo. La única putada es que a la hora de volver no tenemos llave de la casa, y hay que despertar a la señora de la casa, que a las 5 no tiene tan buen humor, aunque hay que reconocer que por las mañanas, siempre nos vacila sobre las horas a las que llegamos. Pero como somos unos todoterreno, y con 4 horitas de sueño nos vale, y nos levantamos para ver la ciudad, pues la tenemos admirada. Lo que habrá visto esta mujer si nosotros somos de los mejores clientes que ha tenido.
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Lo de vivir con los cubanos es curioso y chocante. Nuestra anfitriona en Camagüey es la típica cubana que todo el mundo se imagina, atenta, y cariñosa en el trato, incluso más que cariñosa, guasona: “¿qué sólo se quedan dos noches? Aaay papi, les voy a tratal tan bien que ustedeh no se van a querer ir más de aquí”.
Y no nos trata mal, la verdad. De hecho, hasta nos (me) trata de colocar a una amiga suya, enfermera, “viudita la pobre” de 36, muy guapa y muy formal que busca marido para ser de nuevo feliz, y es que los cubanos no quieren casarse, ni asumir compromisos. La respuesta es fácil esta vez: “señora, mire usted, con la edad que tengo que le hace pensar que este españolito si quiere?”. Aunque la viudita en cuestión rubita de ojos claros era para pensarselo..., como alguna de las mulatitas y negritas de los garitos de la noche camagüeyense, hasta Jose lo reconoce.
Pero vamos a lo que de verdad tiene interés, la pátina cultural de Camagüey (ya, ya, CÍNICO, HIPÓCRITA Y MENTIROSO!!!, que sí, que sí lo que queráis...). Camagüey es la tercera ciudad de Cuba, y la primera que me ha recordado un poco a España en la forma de las casas y en sus acabados. Con algunas salvedades, puedes hacerte a la idea de que estas en un pueblo español. Debemos ser los únicos no cubanos de Camagüey, la gente no nos extraña, pero tampoco nos atosiga (aunque hay que reconocerlo, somos extrañamente populares entre las féminas). Esta comparación La Habana-Camagüey me recuerda lo que me pasó con Nueva York y Boston. La Habana y Nueva York son descomunales en su grandezas y miserias, pero para vivir me quedaría con Camagüey y Boston, me estaré “hamburguesando”?
No lo creo porque en estos dos días hemos recuperado el ritmo y alegría nocturna que habíamos venido perdiendo. La única putada es que a la hora de volver no tenemos llave de la casa, y hay que despertar a la señora de la casa, que a las 5 no tiene tan buen humor, aunque hay que reconocer que por las mañanas, siempre nos vacila sobre las horas a las que llegamos. Pero como somos unos todoterreno, y con 4 horitas de sueño nos vale, y nos levantamos para ver la ciudad, pues la tenemos admirada. Lo que habrá visto esta mujer si nosotros somos de los mejores clientes que ha tenido.
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