10:00 Informa Radio Reloj. Año 49 de la Revolución. Con la sintonía de la radio en el coche iniciamos nuestra marcha desde Santiago a Baracoa, la primera ciudad de Cuba fundada por los españoles hace ya 5 siglos. Como curiosidad, la radio del coche no tiene CD y nuestra compañía son las distintas cadenas de radio que mantienen “informados” a los cubanos de los avances de la Revolución, desde el aumento de la cosecha de tomate en Santa Clara hasta los omnipresentes 5 “perversos espias al servicio del castrismo” encarcelados en EEUU por espionaje y que aquí son auténticos héroes.
La distancia a Baracoa es de 250 km, más o menos. Jose ha hecho sus típicas estadísticas y dice que en 3:30 h estaremos allí, pero Miguel mucho más prudente se conforma con las 5 que nos dijo el del alquiler del coche.
Las carreteras cubanas darían por si mismas para escribir un blog. No hay señales, ni rastro de pintura y en cuanto sales de la Carretera Central todo es posible, desde pequeños baches hasta zonas en que el asfalto es un recuerdo de otros tiempos. Por eso, el hecho de que todo el mundo nos diga que hay que llegar al Viaducto de la farola de día, nos hace temer lo peor.
Salimos de Santiago y entramos en la provincia de Guantánamo. Allí queremos ir al mirador desde donde se ve la Base Naval de los americanos. La Base debe ser inmensa porque muchos kilómetros antes todo está lleno de carteles de terrenos reservados para la Defensa Nacional. En el desvío nos informan que el mirador está closeado y que no saben cuando estará abierto. No podrá ser, no podremos ver al Jack Nicholson de turno desayundo frente a 4000 cubanos deseosos de matarle (Algunos hombres buenos) ni esa M que simboliza que hasta en la isla de Cuba hay un McDonalds. Puede que sea mentira, pero no seremos nosotros quienes podramos confirmarlo. En cualquier caso, no me quedo con las ganas de disertar sobre Guantánamo y menos ahora que acabo de leer en Granma los orígenes de esto. La Base y todo el territorio que la circunda solo dejará de ser yankee cuando los dos países lo acuerden y mientras no los americanos pagarán un módico alquiler de unos cuantos miles de dólares anuales, todo en base al acuerdo de independencia de principios del 1900 de Cuba con sus generosos libertadores. Es absolutamente inaceptable que todo el mundo calle ante cosas estas y justo ahora que hemos visto como se defendía la democracia y los derechos humanos en las jaulas de Guantánamo. No hay duda, Venceremos!!
De repente estamos en la Cuba profunda y el hambre aprieta. Aquí no vale tener todo el dinero del mundo, ni esas Visas oro que relucen en muchas carteras. El primer problema es que no hay comida, ni siquiera el pollo frito que es la base de la dieta del cubano medio. Pero cuando encuentras algo de comer en una tienda estatal, nadie quiere saber nada ni del turista, ni de los convertibles. 3 trozos de pastel por 3 pesos cubanos (menos de 1º cents de €), por mas que le queremos dar un convertible, la señora no quiere. Finalmente, y cuando nos tememos que el adjetivo kafkiano puede ser sustituido por cubano, acepta ese convertible, pero solo en monedas pequeñas... no entiendo nada y Miguel llega al coche entre flipado y de mala leche, pero hay que continuar. Llevamos casi 4 horas y queda camino... adiós a esas estadísticas de velocidad.
El viaducto de La Farola no es para tanto salvo para... (esto mejor lo cuento en otro momento). Es una carretera preciosa que cruza la sierra y que salva la histórica incomunicación de Baracoa hasta que hasta los años 60 solo se llegaba en barco. Como reza el cartel “Mentiras del pasado, logros de la Revolución”.
Llegamos a Baracoa con los últimos rayos de sol (las 7 mas o menos). Aquí todo el mundo vive en la calle, gente andando, bicis, coches, cosas que parecen coches, bicitaxis, carros tirados por caballos, ... La ciudad, sin duda, está anclada años atrás, salvo en lo que se refiere al turismo. Chavales te persiguen en bici para llevarte a una casa que ofrece habitaciones. Seguimos a uno de ellos y tras la pertinente negociación, allí nos quedamos. Además, es un día especial para la familia porque la hija mayor se marcha al día siguiente a Guantánamo a estudiar un preuniversitario especial para los más capaces. Me encanta como hablan los padres de la educación, de que todo es gratis y de que su hija será médica. Este si es un logro de la Revolución que nadie, ni los más feroces anticastristas de Miami, se atreve a negar: la educación es gratis y universal.
La familia nos ofrece cenar allí. Es “ilegal” pero sin duda les supone un poco de dinero para redondear el mes. El marido nos dice que su sueldo de ingeniero es de 12 convertibles al mes. Evidentemente 70 convertibles por la noche, cena y el desayuno es para ellos una inyección más que considerable. La Teoría del Hombre nuevo del Ché basada en los incentivos morales y no económicos no funciona nada bien, ni para la economía que es muy ineficiente ni para las personas que no tienen apenas dinero para vivir.
Jose ni siquiera cena. Tiene otro de sus achaques que ya conocen desde La Habana a Baracoa. Nos tememos que es serio cuando dice que no va a salir, y que salgamos nosotros. Unos cuba libres en la Casa de la trova junto a un cubano que nos dice que es amigo de Camilo Sexto y de su hijo “Camilito” y nos retiramos a dormir.
Nos levantamos prontito de nuevo, queremos dar una vueltita de día por Baracoa, ir a una playa que nos la han definido como el Varadero de la zona y un largo camino hasta Camagüey. Después de recibir los consejos de nuestra farmacéutica personal (gracias Anita) compramos un remedio para Jose en una farmacia cubana. Es curioso ver los botecitos apilados en estanterías de hace medio siglo, ya quedan pocas así en España.
Baracoa es una ciudad no muy grande, muy animada y enclavada en una bahía preciosa con un Malecón que sin ser el de La Habana te permite un paseo agradable. Nos damos cuenta que en apenas 48 horas hemos pasado de un extremo de la isla (Maria la Gorda en el norte, occidente bañada por el Caribe) al otro (Baracoa extremo oriental junto al Atlántico).
Ahora toca el regreso a La Habana que durante una semana nos permitirá conocer el interior de la isla. Nuestra primera parada es Camagüey en el centro. Son casi 500 km, pero vamos a coger un atajillo que nos va a hacer llegar en un pis pas. Como vamos sobrados, nos damos ese baño en la Playa Maguana. La playa es muy chula (si consigues llegar, claro, nos costó unos intentos) y el bañito es fantástico. Nos ofrecen unas langostas a precios increíblemente bajos (menos de la mitad de lo que en La Habana ya nos pareció estupendo) pero haciendo un esfuerzo casi sobrehumano (y gracias a que son las 11 de la mañana) las rechazamos y nos volvemos al coche.
La carretera es criminal, llena de baches, agujeros, ... La teoría de Miguel de que no llegamos a Camagüey me empieza a parecer realista. Nuestra respuesta es pisar un poco más el acelerador y confiar en que nuestra vista nos permita distinguir todos los baches. Nos comenos alguno, bueno nos comemos muchos, pero ninguno es peligroso y entre sueños, risas y el juego de adivina quien es, llegamos a Holguín donde enlazamos con la Carretera Central. Ya todo es coser y cantar si no fuera porque nos quedan casi 300 km...
Entramos ya de noche en Camagüey, después de haber sufrido un tremendo tormentón y de habernos apiadado e algunas autoestopistas y haberlas llevado algunos kilómetros. Lo de la botella (es como llaman al auto-stop aquí, Miguel dixit) es espectacular, las carreteras están llenas de gente y hasta un señor de amarillo que lo ordena (¿he hablado antes de esto?). En cualquier caso, nuestro coche admite a un pasajero más y, a ratos, a alguno cubano/a (no nos engañemos suele ser cubana) nos da un poco de charla mientras le acercamos a su destino.
Otra cosa que me tiene alucinado de las carreteras cubanas es el transporte de personas. Junto a unos autocares de primera (Viazul) que están por toda la isla, hay todo tipo de autobuses no regulares. Desde camiones que llevan (y cobran) a la gente en la parte de atrás, hasta camiones tipo ganado con agujeros a la altura de la cabeza donde se hacinan decenas de personas, pasando por carros de caballos. Lo importante es ir de un sitio a otro, todavía no sabemos a que muy bien, pero a todas horas y en cualquier carretera te encuentras con gente.
La distancia a Baracoa es de 250 km, más o menos. Jose ha hecho sus típicas estadísticas y dice que en 3:30 h estaremos allí, pero Miguel mucho más prudente se conforma con las 5 que nos dijo el del alquiler del coche.
Las carreteras cubanas darían por si mismas para escribir un blog. No hay señales, ni rastro de pintura y en cuanto sales de la Carretera Central todo es posible, desde pequeños baches hasta zonas en que el asfalto es un recuerdo de otros tiempos. Por eso, el hecho de que todo el mundo nos diga que hay que llegar al Viaducto de la farola de día, nos hace temer lo peor.
Salimos de Santiago y entramos en la provincia de Guantánamo. Allí queremos ir al mirador desde donde se ve la Base Naval de los americanos. La Base debe ser inmensa porque muchos kilómetros antes todo está lleno de carteles de terrenos reservados para la Defensa Nacional. En el desvío nos informan que el mirador está closeado y que no saben cuando estará abierto. No podrá ser, no podremos ver al Jack Nicholson de turno desayundo frente a 4000 cubanos deseosos de matarle (Algunos hombres buenos) ni esa M que simboliza que hasta en la isla de Cuba hay un McDonalds. Puede que sea mentira, pero no seremos nosotros quienes podramos confirmarlo. En cualquier caso, no me quedo con las ganas de disertar sobre Guantánamo y menos ahora que acabo de leer en Granma los orígenes de esto. La Base y todo el territorio que la circunda solo dejará de ser yankee cuando los dos países lo acuerden y mientras no los americanos pagarán un módico alquiler de unos cuantos miles de dólares anuales, todo en base al acuerdo de independencia de principios del 1900 de Cuba con sus generosos libertadores. Es absolutamente inaceptable que todo el mundo calle ante cosas estas y justo ahora que hemos visto como se defendía la democracia y los derechos humanos en las jaulas de Guantánamo. No hay duda, Venceremos!!
De repente estamos en la Cuba profunda y el hambre aprieta. Aquí no vale tener todo el dinero del mundo, ni esas Visas oro que relucen en muchas carteras. El primer problema es que no hay comida, ni siquiera el pollo frito que es la base de la dieta del cubano medio. Pero cuando encuentras algo de comer en una tienda estatal, nadie quiere saber nada ni del turista, ni de los convertibles. 3 trozos de pastel por 3 pesos cubanos (menos de 1º cents de €), por mas que le queremos dar un convertible, la señora no quiere. Finalmente, y cuando nos tememos que el adjetivo kafkiano puede ser sustituido por cubano, acepta ese convertible, pero solo en monedas pequeñas... no entiendo nada y Miguel llega al coche entre flipado y de mala leche, pero hay que continuar. Llevamos casi 4 horas y queda camino... adiós a esas estadísticas de velocidad.
El viaducto de La Farola no es para tanto salvo para... (esto mejor lo cuento en otro momento). Es una carretera preciosa que cruza la sierra y que salva la histórica incomunicación de Baracoa hasta que hasta los años 60 solo se llegaba en barco. Como reza el cartel “Mentiras del pasado, logros de la Revolución”.
Llegamos a Baracoa con los últimos rayos de sol (las 7 mas o menos). Aquí todo el mundo vive en la calle, gente andando, bicis, coches, cosas que parecen coches, bicitaxis, carros tirados por caballos, ... La ciudad, sin duda, está anclada años atrás, salvo en lo que se refiere al turismo. Chavales te persiguen en bici para llevarte a una casa que ofrece habitaciones. Seguimos a uno de ellos y tras la pertinente negociación, allí nos quedamos. Además, es un día especial para la familia porque la hija mayor se marcha al día siguiente a Guantánamo a estudiar un preuniversitario especial para los más capaces. Me encanta como hablan los padres de la educación, de que todo es gratis y de que su hija será médica. Este si es un logro de la Revolución que nadie, ni los más feroces anticastristas de Miami, se atreve a negar: la educación es gratis y universal.
La familia nos ofrece cenar allí. Es “ilegal” pero sin duda les supone un poco de dinero para redondear el mes. El marido nos dice que su sueldo de ingeniero es de 12 convertibles al mes. Evidentemente 70 convertibles por la noche, cena y el desayuno es para ellos una inyección más que considerable. La Teoría del Hombre nuevo del Ché basada en los incentivos morales y no económicos no funciona nada bien, ni para la economía que es muy ineficiente ni para las personas que no tienen apenas dinero para vivir.
Jose ni siquiera cena. Tiene otro de sus achaques que ya conocen desde La Habana a Baracoa. Nos tememos que es serio cuando dice que no va a salir, y que salgamos nosotros. Unos cuba libres en la Casa de la trova junto a un cubano que nos dice que es amigo de Camilo Sexto y de su hijo “Camilito” y nos retiramos a dormir.
Nos levantamos prontito de nuevo, queremos dar una vueltita de día por Baracoa, ir a una playa que nos la han definido como el Varadero de la zona y un largo camino hasta Camagüey. Después de recibir los consejos de nuestra farmacéutica personal (gracias Anita) compramos un remedio para Jose en una farmacia cubana. Es curioso ver los botecitos apilados en estanterías de hace medio siglo, ya quedan pocas así en España.
Baracoa es una ciudad no muy grande, muy animada y enclavada en una bahía preciosa con un Malecón que sin ser el de La Habana te permite un paseo agradable. Nos damos cuenta que en apenas 48 horas hemos pasado de un extremo de la isla (Maria la Gorda en el norte, occidente bañada por el Caribe) al otro (Baracoa extremo oriental junto al Atlántico).
Ahora toca el regreso a La Habana que durante una semana nos permitirá conocer el interior de la isla. Nuestra primera parada es Camagüey en el centro. Son casi 500 km, pero vamos a coger un atajillo que nos va a hacer llegar en un pis pas. Como vamos sobrados, nos damos ese baño en la Playa Maguana. La playa es muy chula (si consigues llegar, claro, nos costó unos intentos) y el bañito es fantástico. Nos ofrecen unas langostas a precios increíblemente bajos (menos de la mitad de lo que en La Habana ya nos pareció estupendo) pero haciendo un esfuerzo casi sobrehumano (y gracias a que son las 11 de la mañana) las rechazamos y nos volvemos al coche.
La carretera es criminal, llena de baches, agujeros, ... La teoría de Miguel de que no llegamos a Camagüey me empieza a parecer realista. Nuestra respuesta es pisar un poco más el acelerador y confiar en que nuestra vista nos permita distinguir todos los baches. Nos comenos alguno, bueno nos comemos muchos, pero ninguno es peligroso y entre sueños, risas y el juego de adivina quien es, llegamos a Holguín donde enlazamos con la Carretera Central. Ya todo es coser y cantar si no fuera porque nos quedan casi 300 km...
Entramos ya de noche en Camagüey, después de haber sufrido un tremendo tormentón y de habernos apiadado e algunas autoestopistas y haberlas llevado algunos kilómetros. Lo de la botella (es como llaman al auto-stop aquí, Miguel dixit) es espectacular, las carreteras están llenas de gente y hasta un señor de amarillo que lo ordena (¿he hablado antes de esto?). En cualquier caso, nuestro coche admite a un pasajero más y, a ratos, a alguno cubano/a (no nos engañemos suele ser cubana) nos da un poco de charla mientras le acercamos a su destino.
Otra cosa que me tiene alucinado de las carreteras cubanas es el transporte de personas. Junto a unos autocares de primera (Viazul) que están por toda la isla, hay todo tipo de autobuses no regulares. Desde camiones que llevan (y cobran) a la gente en la parte de atrás, hasta camiones tipo ganado con agujeros a la altura de la cabeza donde se hacinan decenas de personas, pasando por carros de caballos. Lo importante es ir de un sitio a otro, todavía no sabemos a que muy bien, pero a todas horas y en cualquier carretera te encuentras con gente.
Para dar mas emoción a lo de encontrar alojamiento, se ha ido la luz en buena parte del casco histórico de la heroica villa de Camagüey (todas lo son en esta Revolución). Conseguimos una casa que tiene una pinta decente y nos prepararamos para conocer la noche. Nuestras añoradas guías contaban que la noche de Camagüey era, como el Madrid de Florentino, galáctica. Nos aconsejan el Colonial que es un garito de moda, con gorila en la puerta que exige a los cubanos ir en parejas (no a los turistas) en un vano afán, pensamos de controlar lo que cada uno llama de una forma, pero que aquí se llaman jineteras. Pese a vuestra calenturienta imaginación, entramos solos y nos sentamos en una mesa junto a una botella entera de Havana 3 años. No sería la última de la noche, pero eso es una historia larga, larga que contaré otro día... A las cinco de la mañana regresamos a nuestros aposentos, con algunas copas de más y unos convertibles de menos, pero que le vamos a hacer era sábado y habría sido parecido en Madrid.
2 comentarios:
Ya contareis qué es lo que tienen el viaducto de La Farola, que no hacemos más que pensar mal, ladrones.
Es curioso esto de tener varias versiones de lo mismo en el mismo blog, es como leer el pais, el mundo y ... ¿la razón? en el mismo sitio (casi como el diario cxsx): lo que para uno es un "me dejaron tirado", para otros es un "salvaos vosotros",... :)
hola, camagüeis. lo del "isra" era broma. de hecho no le he dicho que estabais allí porque no quiero disturbar vuestra aventura. seguid escribiendo que me dáis un poco de vida en la oficina. investigadme algo sobre las siguientes afirmaciones por mí escuchadas de un tipo que anduvo por cuba hace mes y medio: "las negras y negros cubanos quieren tener hijos con blanquitos para mejorar la raza", "no te puedes fiar de un solo cubano" y por último: ¿no hay restricciones en el acceso a ciertas páginas en cuba? hace poco el mentiroso publicaba que en ciertos países se limitaba el acceso a la red en un montón de contenidos. fidel trasto
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