Reconozco que me sigue gustando la parte romántica de la Revolución Cubana y me hace mucha ilusión conocer como es la famosa Plaza del mismo nombre donde Fidel y en los últimos tiempos su hermano Raul congregan a más de un millón de personas.
Antes de llegar a la Plaza de la Revolución, pasamos por el callejón de Hamel, una callecita dedicada teóricamente al arte popular y a festivales de música. Las casas están pintadas de diversos colores, hay ambiente pero la cosa no me acaba de llenar. Quizá lo que más me llama la atención es ver a turistas agarradas de sus mulatos, siempre se habla del turismo sexual más ligado a los hombres, pero... Bueno quiero esperar a que pasen más días y otras ciudades antes de hablar de este tema, pero no pensaba que alcanzara el nivel que en pocas noches estamos viendo.
Después de una larga caminata por la Avenida de Salvador Allende, hemos llegado a la Plaza de la Revolución: una enorme explanada con diversos edificios oficiales, entre los que figura el Ministerio del Interior con el retrato del Ché y, sobre todo, destaca el monumento a José Martí y una enorme torre como homenaje a la Revolución, Detrás de esta, se encuentra la sede del Partido Comunista, que más parece la sede del Gobierno de Cuba. No pudimos acercanos a la torre, pero no es necesario para hacerte una idea de lo que puede ser tener a tanta gente en uno de los múltiples actos asociados a la liturgia de la Revolución: 13 de Marzo, 26 de Julio, 13 de agosto,...
Lo que sí me sorprende menos es que los discursos duren horas. ¡Cómo no! Si te habla cualquiera y para decirte una calle está media hora.
Desde allí nos dirigimos al Museo del Ron, un edificio de Havana Club, bien organizado y con una exposición interesante. Lo peor, sin duda, es el chupito de Ron que dan, pequeño en un vaso de plástico y sin mucho encanto. Pero bueno, pongo una muesca más en mi pequeña lista de fabricas de bebidas.
Hasta ahora, para mi decir La Habana era decir Malecón. Por fin, ha llegado el momento de recorrerlo. La verdad es que es espectacular, a un lado los edificios de principios de siglo que, en general, están en un estado regular, aunque abundan los que están en plena rehabilitación. Al otro, el mar y ese muro sobre el que se sientan miles de cubanos/as, la mayoría jóvenes pero también de otras edades. El Malecón tiene mas de 6 kilómetros. Recorrimos algo más de kilómetro y medio, pasando por el Monumento a los muertos en la explosión de Maine (un atentado imperialista por el que EEUU acusó a España y estuvimos a punto de estar en guerra con los americanos). Aunque hablando de imperialismo, lo que más me ha impresionado es la zona de la Oficina de Intereses americanos rodeado por decenas de banderas y la Tribuna Anti-Imperialista, donde Fidel reclamaba la vuelta de Eliancito.
Hoy hemos intentado tomar un helado en el mítico Coppelia, una heladería que ocupa toda una cuadra y que tiene diversas entradas y agentes de seguridad que ordenan las colas de cubanos que esperan para tomarse un helado. Es de los pocos sitios que siguen aceptando pesos cubanos, lo que explica las enormes colas. Decidimos no esperar y tomarnos el helado en la tienda de al lado, hasta la misma dueña nos dice que son peores, pero esperar horas para un helado...
Se ha hecho de noche de nuevo, aunque hemos intentado conocer nuevas zonas, nos hemos quedado finalmente en los tugurios de la Calle 23, hoy están menos animados que los días anteriores y decidimos regresarnos a una hora todavía prudencial.
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