Ha empezado el día con una sorpresa agradable, resulta que estamos en la planta 20, la planta ejecutiva, que es una de las plantas nobles, y tenemos un saloncito al lado de nuestra habitación en el que se sirve el desayuno para gente de nuestra prestancia y categoría. Es más tranquilo, con servicio personalizado, con salmoncito ahumado y salchichoncito que parece español... Incluso Jose ha pedido para desayunar un huevo frito y una tortilla, y tenían tan buena pinta que yo mañana me pido uno.
La contrapartida es que se nos hace más tarde, hueveamos (sobre todo Jose, otros salmoneamos) y terminamos saliendo al mundo exterior casi a las 11.
Hoy hace un calor bestial, y estos dos me han preparado un díita que pa qué...Una caminata por la avenida de Salvador Allende hasta la plaza de la Revolución. Tenemos que parar a medio camino porque nos derretimos, yo por lo menos, entramos en la estación de autobuses Astro y pedimos ¡agua! pero es necesario, estamos sudando a litros.
La Plaza de la Revolución que alcanzamos al final es el típico espacio pensado para congregar a grandes multitudes de los países comunistas y fascistas. Es grande de pelotas como Tiananmen, o la Plaza Roja, con el monumento a Martí, enfrente el ministerio del Interior, con una gigantesca reprodución de la famosa foto del Ché y al otro la Torre del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, donde como nos dijo el día anterior una guía cubana, se supone que trabaja Fidel, “suponemos, pero no es seguro”. Me fije la noche anterior, pues es visible desde nuestra habitación y la verdad es que el último piso estaba iluminado por la noche, como vigilando, que curioso, me recordó a la Torre Oscura del Señor de los Anillos...
No nos permiten subir al pie de la torre donde pensábamos hacernos una fotillo donde Fidel echa su discursitos...asi que damos una vuelta (gigantesca debido a las dimensiones de la Plaza y pillamos un taxi (tras haber rebajado con éxito el precio que nos da el taxísta, como nos dejen una semana nos terminarán pagando por llevarnos, jeje) hacia una de las visitas fundamentales que ayer se nos quedó en el tintero: El Museo del Ron de Havana Club. Es interesante, ninguna maravilla, pero te dan un chupito de ron al final (pobre pero algo es algo). Aquí tenemos nuestro primer “incidente”. Tras las prácticamente inadmisibles casi tres horas de abstinencia, nos tomamos un mojito en el bar del museo. Sentarse en un bar a tomar algo es una manera automática de que aparezcan dos o tres o diez cubanos con guitarra, bongos, claves y empiecen a dar un pequeño concierto tras el cual evidentemente te van a pedir que les prestes algún chavito a fondo perdido. Nosotros, turístas avezados, nos estamos especializando en hacernos los locos y pasar, y esta vez nos estamos tan metidos en el papel que, involuntariamnte, nos salimos del bar sin pagar! Pero a un cubano esto no se le escapa, y rauda sale la camarera a reclamarnos el dinerito. Bueno, un descuido lo tiene cualquiera, no?
Para comer hemos descubierto un sitio en el que comemos los tres, cada uno con su plato principal con guarnición de arroz y frijoles, mas un par de Ostiones picantotes (ostras en un vaso con jugo de tomate y tabasco) doble ración de mojitos, y café por 25 chavos (20 euros) Definitivamente, mañana repetimos este sitio.
Tras pasar por el hotel nos preparamos para la batalla nocturna, pero hoy domingo, las cosas están bastante muertas. Entramos en un par de sitios de cubanos y rapidamente nos damos cuenta de que esto no es lo de los días anteriores. Joder, hoy ni nos miran, y ni siquiera en nuestro sitio habitual, el de los concursos de a ver que chavala se mueve mejor, hoy cantan boleros... definitivamente hoy también nos queda otro remedio que darnos a la bebida, ;-) no somos nadie...
La contrapartida es que se nos hace más tarde, hueveamos (sobre todo Jose, otros salmoneamos) y terminamos saliendo al mundo exterior casi a las 11.
Hoy hace un calor bestial, y estos dos me han preparado un díita que pa qué...Una caminata por la avenida de Salvador Allende hasta la plaza de la Revolución. Tenemos que parar a medio camino porque nos derretimos, yo por lo menos, entramos en la estación de autobuses Astro y pedimos ¡agua! pero es necesario, estamos sudando a litros.
La Plaza de la Revolución que alcanzamos al final es el típico espacio pensado para congregar a grandes multitudes de los países comunistas y fascistas. Es grande de pelotas como Tiananmen, o la Plaza Roja, con el monumento a Martí, enfrente el ministerio del Interior, con una gigantesca reprodución de la famosa foto del Ché y al otro la Torre del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, donde como nos dijo el día anterior una guía cubana, se supone que trabaja Fidel, “suponemos, pero no es seguro”. Me fije la noche anterior, pues es visible desde nuestra habitación y la verdad es que el último piso estaba iluminado por la noche, como vigilando, que curioso, me recordó a la Torre Oscura del Señor de los Anillos...
No nos permiten subir al pie de la torre donde pensábamos hacernos una fotillo donde Fidel echa su discursitos...asi que damos una vuelta (gigantesca debido a las dimensiones de la Plaza y pillamos un taxi (tras haber rebajado con éxito el precio que nos da el taxísta, como nos dejen una semana nos terminarán pagando por llevarnos, jeje) hacia una de las visitas fundamentales que ayer se nos quedó en el tintero: El Museo del Ron de Havana Club. Es interesante, ninguna maravilla, pero te dan un chupito de ron al final (pobre pero algo es algo). Aquí tenemos nuestro primer “incidente”. Tras las prácticamente inadmisibles casi tres horas de abstinencia, nos tomamos un mojito en el bar del museo. Sentarse en un bar a tomar algo es una manera automática de que aparezcan dos o tres o diez cubanos con guitarra, bongos, claves y empiecen a dar un pequeño concierto tras el cual evidentemente te van a pedir que les prestes algún chavito a fondo perdido. Nosotros, turístas avezados, nos estamos especializando en hacernos los locos y pasar, y esta vez nos estamos tan metidos en el papel que, involuntariamnte, nos salimos del bar sin pagar! Pero a un cubano esto no se le escapa, y rauda sale la camarera a reclamarnos el dinerito. Bueno, un descuido lo tiene cualquiera, no?
Para comer hemos descubierto un sitio en el que comemos los tres, cada uno con su plato principal con guarnición de arroz y frijoles, mas un par de Ostiones picantotes (ostras en un vaso con jugo de tomate y tabasco) doble ración de mojitos, y café por 25 chavos (20 euros) Definitivamente, mañana repetimos este sitio.
Tras pasar por el hotel nos preparamos para la batalla nocturna, pero hoy domingo, las cosas están bastante muertas. Entramos en un par de sitios de cubanos y rapidamente nos damos cuenta de que esto no es lo de los días anteriores. Joder, hoy ni nos miran, y ni siquiera en nuestro sitio habitual, el de los concursos de a ver que chavala se mueve mejor, hoy cantan boleros... definitivamente hoy también nos queda otro remedio que darnos a la bebida, ;-) no somos nadie...
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