jueves, 30 de agosto de 2007

Días 3, 4 y 5. De Revoluciones, tetas y cuevas.

Se me acumula el trabajo, pero los días de paseo y las noches de copeteo me han pasado factura y hasta ahora no he tenido fuerzas para escribir. Tengo poco que añadir a lo dicho por Miguel de la ceremonia del cañonazo: “Ya no quedan viajeros, solo hay turistas” nos dijo un español una vez y como turistas lo que hicimos ir al cañonazo a ayudar al castigado pueblo cubano con nuestros euritos. La posible comparación con el cambio de guardia de los marines en Arlington no dejaría nada bien, en este caso, a Cuba y encima allí era gratis.

Me ha gustado el Centro de La Habana, no tiene ningún estilo definido, pero hay vida, hay gente por las calles, está el Teatro Nacional, el Capitolio que es tan grande como el de Washington, pero no tan blanquito, blanquito. Pero el focus del Centro es, sin duda, el Palacio Presidencial, ahora reconvertido en Museo de la Revolución. El Palacio tiene unas cuantas salas capricho de dictadores corruptos y sanguinarios con aires de grandeza que querían su pequeño Salón de los Espejos de Versalles en La Habana. Vamos, un toque horterilla tiene, pero los he visto peores. Lo interesante es su relación con la Revolución. Aquí varios jóvenes intentaron asesinar a Batista unos años antes del 59, no tuvieron éxito y no hace falta contar que no tuvieron piedad con ellos. Ahora son héroes y así se les trata. En mi opinión, merecen el tratamiento.

La planta de arriba nos cuenta el asalto de Fidel al Cuartel Moncada en Santiago, el fracaso y la represión, su famoso “La historia me absolverá” y su segunda oportunidad con el desembarco del Granma con 90 guerrilleros, Ché incluido. Una exposición bastante austera, viejilla, pero que permite irte con una idea de un momento histórico de Cuba. Jose se ha metido tanto en el papel que ha posado con el puño en alto delante del barco. Ver para creer!!

Lo del Granma metido en una urna acristalada a temperatura fija para que todos lo admiremos hasta la eternidad me parece un poco naif, pero Cuba Socialista es así. Trozos del avión derribado a los yankees durante la crisis de los misiles (os recomiendo ver la peli 13 días) o restos de algún equipo de los mercenarios de Bahia Cochinos le dan un toque interesante a esta parte del Museo.

En pleno fervor revolucionario se nos ha olvidado hasta comer, así que comemos, nos metemos para el cuerpo unos daiquiris y nos refugiamos en el hotel. La etapa de La Habana se acaba y empieza un viaje por otras zonas de esta tierra tan calurosa y acogedora (algunos/as quieren acogernos demasiado bien)

RINGGGGGGGGGGGGGGGGG, nos vamos a Pinar del Rio y nos levantamos aún antes por lo menos Miguel y yo que iniciamos una búsqueda desesperada de un cochecito de alquiler. Parece que nadie quiere alquilárnoslo pero, al final, cuando ya pensábamos en el Plan B, conseguimos el buga.

Nuestra primera parada es una Plantación de Tabaco, Robaina donde el Sr. Alejandro (allí le veneran) tiene la única marca de tabaco no estatal de Cuba. Me imagino que su relación con el poder no debe ser demasiado calurosa y, de hecho, en la zona de revistas de la finca hay muchas con fotos del tio en medio mundo, pero ni un mísero abrazo con uno de los héroes de la Revolución. Llegar a la finca es difícil, salvo por un chavalito que nos hace el favor de llevarnos, pero lo que quiere es vendernos puros (No se lo digáis al guía, decía mientras nos decía que ya eramos amigos del alma) La visita es breve (como casi todas) pero mola ver a un viejito liar un puro y su olor. Además, hemos aprendido que la temporada empieza más tarde y que esto del tabaco y de hacer un puro tiene mucho de arte...

De vuelta al coche, y tras dejar tirado y sin comprar puros a nuestro amigo, salimos en dirección a Maria la Gorda, una playa en el confín occidental de la isla y, según los entendidos (la Lonely Planet) un paraíso para los buceadores. Nos asustan un poco sobre el estado de la carretera, pero salvo unos baches, la cosa está más o menos decente. El sitio es enterarmente verde y salvo algún pequeño pueblo no hay muchos restos de civilización. La playa está en un parque natural y los últimos kilómetros están llenos de cangrejos enormes por la carretera que circula a pocos metros del agua. El agua es transparente y a Miguel se le ilumina la cara al bañarse. El agua está caliente aunque alguno diga que no (28º dicen de temperatura media) y se podría estar horas dentro del mar, sin ver a nadie, ni siquiera las famosas tetas de María de las que todas las guías hablan.

Nos secamos un poco y reemprendemos viaje camino de Viñales. En Pinar del Rio (ni siquiera paramos) nos equivocamos de camino y entre curva y curva la noche se nos echa encima. Aquí y, es otra cosa importante en Cuba, no hay carteles, ni mojones en las carreteras ni cruces señalizados. Así que cuando no sabes, bajas la ventanilla y preguntas. Poco a poco, hemos conseguido orientarnos y enfilar la dirección de Viñales. Tras más de 500 km que hoy me han tocado enteros a mi, pues Jose está pachucho, llegamos y conseguimos unas habitaciones en una casa. La señora, que es un encanto, nos hace una cena a “tutiplén” pero salvo Miguel que está entero, ni Jose ni yo cenamos demasiado. Esta noche no va a haber ni copita, ni nada pero el recuerdo de las transparentes aguas del Caribe me llevan directamente a dormir.

PIPIPIPI... empieza otra jornada que promete ser maratoniana. Un desayuno rápido y tras ver el desastre del vecino de Carlos en los 1500 m (Carlitos, ¿qué tal en Madeira?) nos encaminamos al Mural de la Prehistoria. El entorno es espectacular: montañas, árboles por todas partes, una acción del hombre no muy grande hasta que llegas al Mural. Toda una pared pelada y pintada con un enorme mural con diplodocus, un neandertal, conchas,... Dicen que fue Fidel del que partió la idea, que quería educar a las jóvenes generaciones. El mural no es el Guernica, pero el sitio es precioso, y está muy cerquita de Viñales con lo que una vez que estás allí, como no vas a pagar un convertible por verlo.

Jose nos tiene preparada una excursión por unas cuevas. Una especie de espeleología para turistas con linterna en la cabeza incluida. Allí nos presentamos pero resulta que no tienen pilas y las cuevas están cerradas sin fecha de apertura!! Cuba es así.

Improvisamos y nos vamos a ver otras cuevas que incluyen paseíto en barca, como las del Drac en Mallorca! No está mal, pero aunque las cuevas dicen que son enormes, el paseo es muy corto.

Vuelta a Viñales y desde allí al Hotel los Jazmines, desde donde se tiene la mejor vista del valle. La vista es preciosa, aunque la mejor hora es al amanecer cuando la niebla se va deshaciendo por debajo de nosotros. Lo de la niebla será en otro momento, pero como nos gusta el sitio comemos allí.

Ahora toca regresar a La Habana, para dejar el coche e ir al aeropuerto donde tenemos un vuelo a las 7 que nos llevará a Santiago de Cuba, justo al otro lado de la isla. Entregamos el coche y el tio nos lleva al aeropuerto. El hombre tiene ganas de hablar, nos da su opinión de cómo está Cuba, de lo que cobran, hasta de Fidel y Raul habla.

El vuelo de Cubana de Aviación en un YAK-42 es tranquilo aunque el confort es regular y la mitad de los asientos están rotos. Pero todavía te sirven un refresco gratis en el vuelo. El avión va bastante lleno y la mayoría son cubanos. Parece que el precio para los nacionales es de 20 chavos, lo que para un cubano es caro, pero aún permite que mucha gente viaje en avión de un lado a otro de la isla.

Ya estamos en Santiago. La noche parece que va a ser tranquila, pero acabamos en el bar del hotel donde una chiquita (debía ser familiar de Maria la Gorda, jeje) canta “Hasta siempre comandante” y otras muchas hasta las... tantas, mejor lo dejaremos en las tantas.

P.D.: Por la mañana no conseguimos encontrar nuestras inseparables guías de viaje (que conste que no las sacamos por la noche). Preguntamos en el hotel, incluso llamamos al taxista, pero nada. Esta variable con la que no contabamos va a dar un tono más épico a esta aventura que está comenzando.

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